Lo cuentan en el número 8 de la Revista Colombiana de Folclore, en trabajo del profesor Sergio Elías Ortiz. El jesuita valenciano de Càrcer, Josep Gumilla, explorador del Orinoco, y seguramente gracias al cual Colombia ocupa hoy buena parte de la cuenca del grandioso rio, contaba en sus crónicas sobre la vida de los indígenas. Entre ellas, realizó una precisa descripción del juego de pelota con el que encontró hacia 1740 entre los otomacos, aborígenes que ocupaban gran parte de la cuenca del Orinoco. Puede encontrarse en su obra El Orinoco Ilustrado, editado en Madrid en 1741. El Padre Gumilla interpretó que aquellos indios ya eran aficionados a apostar alegremente; algunos hasta los últimos enseres de sus casas.
Disponían de jueces que determinaban si había ganado o perdido una chaza. Impresionado por la calidad del juego de aquellos indígenas del Orinoco afirmó: <
¿Era el juego a rayas o chazas, de compleja reglamentación, el mismo que enseñaron los jesuitas del Durango y Sinaloa, de la Nueva España, que el que jugaban los otomacos del Orinoco como parece indicar el jesuita valenciano? La Compañía de Jesús llegó Cartagena de Indias a finales del XVI y se extendió por muchas regiones de Colombia y Venezuela, entre ellas, Nariño y el Putumayo, justamente los lugares donde ha prevalecido en tierras colombianas. ¿Sería posible establecer la hipótesis de que fue la Compañía de Jesús el vehículo vertebrador entre los juegos prehispánicos con los que se practicaban en diversos territorios europeos?¿Fueron los jesuitas vasco-navarros los principales divulgadores del viejo juego de pelota tan extendido por toda España hasta mediados del siglo XIX?
Otra de las curiosidades que encontramos en los juegos de pelota en tierras del Orinoco lo cuenta el capuchino Padre Jacinto de Quito que describe la fiesta en torno a este deporte de los indios Uitotos, de la Amazonia colombiana y peruana. El juego no tiene nada que ver con el descrito por Gumilla pero llama la atención que sólo los impedidos dejaban de acudir a las competencias. Las mujeres indias eran las más entusiastas aficionadas. Para el joven deportista indígena perder era un deshonor y una vergüenza. La pelota, elemento del juego, era considerada como pieza sagrada. Tenía el tamaño de una naranja. El capuchino llega a afirmar que igual que los cristianos tienen devoción a las reliquias, <
Lo cierto es que ese mismo juego se mantiene con mayor o menor fuerza en México, Colombia, Venezuela y Ecuador.