La población de España envejece. Y eso, entre otros cambios, implica que las familias y las administraciones deben movilizarse para apoyar a sus mayores. Nuevos roles y decisiones, respetando su voluntad y su independencia. Con el paso de los años en vez de ganar autonomía se da una pérdida sucesiva de habilidades, lo cual genera un sentimiento de fragilidad. Frente a esto, tanto la persona necesitada como su entorno tienen que adaptarse a la situación. Una realidad que implica nuevas responsabilidades. Por eso han surgido opciones como los centros de día, la asistencia telefónica o el proyecto social que ha implantado la Mancomunitat de la Vall del Xúquer (Alcàntera de Xúquer, Càrcer, Cotes y Sellent), donde las trabajadoras del programa de Servicios Sociales que en 2017 atendieron a más de 70 personas, se han convertido en el mejor antídoto de los ancianos y ancianas frente a la soledad.
La mayoría de personas que se han visto beneficiadas son mujeres y hombres de más de ochenta años, con movilidad reducida y pensiones bajas. El ejemplo está en Iinés Peris, una vecina de Alcàntera que a sus 93 años, se ha quedado <
Aceptar la realidad:
Supo adelantarse al trance y solicitó ayuda. Necesitaba compañía y acertó. La mayoría de veces le basta con un poco de conversación, aunque como fiel amante de la limpieza, aprovecha la presencia de Rosmi Mendizabal para asear la casa. <
Ella disfruta y las trabajadoras del programa, en el que la Mancomunitat ha realizado la mayor inversión de la historia con 166.630€, también. El intercambio de lo inmaterial casi se ve y se toca: una recupera libertad, distracción y actividad, otras reciben cariño y agradecimiento. Así se fraguan relaciones en medio de días que casi siempre pasan demasiado despacio. <